Clemente
Bajo el intenso sol caribeño, en un rincón de Cuba, Clemente creció en el regazo de una familia humilde, pero llena de amor. Su hogar vibraba con la risa de sus hermanos y el constante ir y venir de su familia trabajadora. Pero, en medio de todo ese bullicio, el silencio de Moisés se hacía evidente.
Día tras día, sus padres esperaban que sus primeras palabras se convirtieran en frases y que sus pasos titubeantes se transformaran en una carrera. Pero, a medida que los años pasaban, la sonrisa inocente de Clemente contrastaba con sus balbuceos y su incapacidad para caminar.
Los doctores en Cuba, con su sabiduría y experiencia, no podían más que ofrecer diagnósticos vagos. «Retraso madurativo», decían al principio. Después, las palabras «discapacidad física y mental» caían como piedras en el corazón de sus padres.
Con la esperanza menguante y el deseo de darle una vida mejor a Clemente, recordaron sus raíces. Eran descendientes de españoles, una conexión que se convirtió en su salvavidas. Decidieron embarcarse en el viaje de sus vidas, dejando atrás su tierra natal, sus costumbres y todo lo que conocían para enfrentarse al desafío de un nuevo comienzo en España.
Al llegar a la madre patria, las calles empedraras y los edificios antiguos les recordaban las historias que sus abuelos contaban. Pero también se encontraron con la frialdad de un sistema que, aunque avanzado, no estaba preparado para entender la complejidad de su situación.
Sin embargo, en medio de la adversidad, encontraron un rayo de esperanza. Una especialista en neurología pediátrica llamada Dra. Isabel García escuchó su historia y vio más allá de la etiqueta de «discapacitado». Bajo su cuidado, Clemente recibió pruebas y terapias nunca antes disponibles para él.
Clemente nunca llegó a hablar como los demás niños, ni a correr con la misma libertad, pero su vida en España estuvo llena de pequeños logros y momentos de felicidad. Sus padres y hermanos, con el amor y perseverancia que siempre les caracterizó, se aseguraron de que a pesar de los desafíos, Clemente siempre tuviera una razón para sonreir.
La historia de Clemente es un caso real. Tristemente aun no tiene diagnóstico y sigue luchando por tener los recursos necesarios para tener una vida.